“Descentrate. Deja de vivir enfrascado en ti mismo y tus problemas. Piensa en los demás, entrégate, quiéreles y dale un mayor sentido a tu vida…”.
Últimamente, buena parte de mis amigos más cercanos han ido celebrando sus 60 años de vida. Yo también, el verano pasado. No todos. Tengo muy buenos amigos más mayores y alguno más joven. Pero casi todos estamos alrededor de los 60 y diría que a la mayoría de nosotros nos ha hecho reflexionar en un sentido u otro.
Hace pocos días tuve el placer de asistir a una celebración que, inicialmente, era una fiesta diferida de los 60 años de uno de mis mejores amigos, por no decir mi amigo del alma. Persona humilde, sincera y entregada a los demás que, de forma muy minimalista y discreta, es elegantemente hedonista.
El escenario de la celebración se correspondía con este discreto buen gusto y con la capacidad de apreciar los pequeños placeres. Simplemente diré que comimos muy bien en uno de los templos de la buena cocina y que, más allá de este pequeño detalle de buen gusto, un cuarteto de cuerda nos regaló 45 minutos de conexión con la buena música y que cada uno de los invitados nos encontramos encima del plato un escrito, cuya última página era un manuscrito personalizado, entrañable e inolvidable. Según el criterio de mi amigo, allí no sobraba nadie, ni faltaba nadie que por razones de fuerza mayor no hubiera podido venir. Empezando por su padre -persona a la que quiero y a la que le debo que mi hijo mayor no muriera durante el parto o naciera con graves secuelas neurológicas- que tiene 93 años y su salud no le permitía acompañarnos.
Lo que desde hace dos años tenía que ser una celebración de 60 años, durante este tiempo ha ido evolucionando y acabó siendo un homenaje de Joan a todos nosotros. Fundamentalmente nos quería decir que nos quería y nos expresó por escrito y verbalmente su agradecimiento. No estaba previsto que hablara, todo un reto para alguien comunicativo, entusiasta y de verbo fácil. Quería que llegáramos, compartiéramos mesa, concierto de música clásica y, sobre todo, disfrutáramos los unos de los otros y nos lleváramos su regalo escrito. Austero y elegante. Buen gusto expresado con sencillez. “(…) La celebración consiste en la desnudez de lo que contiene este escrito”, nos dejó escrito.
Afortunadamente habló y, afortunadamente, uno de los presentes, en nombre de todos, expresó nuestro agradecimiento y nuestra estima: “Joan, tú nos quieres y estás agradecido por tenernos de amigos. ¡¡¡Nosotros también, y mucho!!!”.
La elección de los presentes, fue muy meditada: “Los amigos los eliges. La familia no”. Los amigos estábamos todos invitados, la familia no toda. ¡Acto de sinceridad valiente!
No hace falta cumplir 60 años para hacer balance de la vida, de una parte de ella o de los episodios de la misma que por una razón u otra, tenemos más presentes o sentimos que nos han marcado más. ¡En más de una ocasión me he referido a que ya me gustaría ser capaz de vivir en presente y no me he perdonado mi tendencia excesiva a mirar atrás y a “planificar” el futuro! La síntesis que hizo Joan en su escrito al respecto, me ha hecho pensar:
“(…) Cuando he echado la vista atrás he visto el trayecto. Se me hace difícil admitir el hilo continuo que nos presenta la mirada sobre la propia vida, conocedor como soy de mis tropiezos, de mis dudas, de mis olvidos, de mis ficciones, de mis debilidades, de mis decepciones, de mis equivocaciones. Probablemente un sentido inteligente de supervivencia que consiste en ser benevolente con uno mismo, permite guardar en la caja de los recuerdos una visión indolente de los hechos y del conjunto de éxitos y fracasos. Así pues, admitiendo las limitaciones necesarias, he hecho una pequeña síntesis de lo que puedo haber contribuido a construir, de lo que se me pueda atribuir como valores personales, y de qué objetivos y pensamientos han guiado mi paso hasta ahora por este mundo. Vamos, lo que llamamos la huella y las convicciones.
No tengo la pretensión ahora mismo, de aburrir con un repaso de mi seguramente vulgar trayectoria vital, ni elaborar un catálogo de virtudes para satisfacer mi vanidad. No pretendo ningún acto de autocomplacencia.
En todo caso, pretendo un acto de humildad (…)”.
¡Sana envidia, querido amigo! Todos me lo habéis dicho, me lo decís y tenéis razón. Me ha faltado demasiado este “sentido inteligente de supervivencia que consiste en ser benevolente con uno mismo, permite guardar en la caja de los recuerdos una visión indolente de los hechos y del conjunto de éxitos y fracasos”. Peor, he olvidado los “éxitos” -los he querido archivar por sentir que para obtenerlos pagué un precio personal y familiar excesivo, que aún estoy pagando hasta no sé muy bien cuándo- y no soy lo suficiente benevolente conmigo mismo, ni indolente, para archivar del todo los tropiezos y los errores.
Mucho que aprender de ti, querido amigo. ¡¡¡Mucho!!! Nos decías también:
“Quiero empezar manifestando que lo que más intensamente ha marcado mi camino, ha sido el amor. He amado, sinceramente. A veces equivocadamente, a veces injustamente, a veces silenciosamente, a menudo acertadamente, torpemente en demasiadas ocasiones, siempre tozudamente. Y en eso consiste mi capital vital. En haber tenido el privilegio de poder querer, y la inmensa suerte de haber sido querido.
Y por este hecho precisamente estáis en esta fiesta. Porque sois fruto del amor en mi vida. Y sois la fuente de este amor en mi vida, también sois los destinatarios de este amor. Sois aquellos que habéis dejado una huella de amor imborrable en mi vida. Aquellos con los que he podido compartir un amor espléndido que no crece en la renuncia como se dice tantas veces, sino en el entregarse.
De vosotros he recibido la fortaleza emocional que me ha dado el empujón para llegar hasta aquí”.
Cómo podíamos quedarnos callados y no decirte alto y claro: ¡GRACIAS!
Doy fe de que te has pasado la vida amando y dando gracias. Qué privilegio haber podido compartir tantas y tantas cosas contigo. ¡Miquel lo sintetizó bien: gracias a ti y gracias por existir y darnos la oportunidad de quererte!
Inspirado por el momento vital difícil de tu padre de 93 años, has sentenciado con un estilo literario envidiable, uno de los principales dilemas que tenemos los que vamos navegando por la vida:
“No hemos aprendido todavía a vivir, cuando todo nos lleva a aprender a morir. Crudeza que no nos permite cumplir el viaje imperfecto que emprendemos pensando siempre en el futuro, para morir pensando en el pasado. Extremada ironía, esta, en un presente que siempre se nos hace imposible retener”.
¡Qué difícil de aprender el oficio de vivir! Qué difícil para algunos -claramente para mí, como he dicho- vivir y disfrutar del presente, siempre dibujando futuros inciertos o rememorando pasados innecesarios…
Espero que nos queden unos cuantos años para aprender juntos, el uno del otro y de los que nos rodean, y para seguir queriéndonos y amar.
Este post ha estado inspirado por hechos recientes vinculados a Joan y a otro amigo querido. No es que no tenga más. Alguno más -no decenas si hablamos “de amigos, amigos”- tengo. Pero tengo en la cabeza hechos recientes que son los que me llevan a hacer este escrito que ha acabado siendo -sin que esta fuera la idea preconcebida- de reconocimiento y de agradecimiento. Con Joan y… Puntos suspensivos, misteriosos, que simbolizan perfectamente a un -otro- querido amigo enigmático, siempre presente cuando es necesario, discretamente desaparecido cuando no hace falta y con una intensa presencia en los últimos días, un poco difíciles de vivir para mí por causas sobrevenidas.
A ti, amigo enigmático, no te he visto pronunciar un discurso, ni he leído ningún escrito personal tuyo. Me cuesta imaginarte haciendo un discurso, un parlamento. No por falta de capacidad sino por tu necesidad vital de pasar inadvertido. Vives feliz en la “penumbra” y el anonimato. Un derecho inalienable que tienes, que en nuestra sociedad lleva a algunos a desconfiar. ¡¡¡Como si quien no quiere protagonismo ni visibilidad, necesariamente tenga que esconder cosas inconfesables!!!
Intuyo que tienes una capacidad extraordinaria de expresarte -también- por escrito. No desvelaré quién eres. No te gustaría. No creo que leas este escrito. La conexión contigo se produce en el tête à tête, en la distancia corta. En aquella en la que, como quien no quiere la cosa, nos hemos hecho confesiones entrañables, serias y divertidas. Los dos somos del 58. Entre muchas otras cosas, esto nos hace coincidir en muchos aspectos, nos aproxima y hace, junto con una afinidad a veces sorprendente, que nos apreciemos y, diría que mutuamente, nos admiremos. Y ya tiene mérito que con las miserias que arrastro me dediques tanta atención.
Siempre estás presente, con una sensibilidad delicada, una inteligencia fuera de serie y una capacidad de intuirme y de entenderme -aunque somos más diferentes que la noche y el día- que nunca te podré agradecer lo suficiente. Como a Joan, a ti también te quiero y siempre te estaré agradecido. Eres el mayor confort en los momentos difíciles y ejemplo del valor de la amistad verdadera.
Disfruté mucho el día que os junté para comer y compartí mesa con vosotros dos.
Me siento realmente afortunado de teneros como amigos y el momento es idóneo para encarnar en vosotros este elogio sentido de la amistad.
Molt entranyable, Josep Maria. Gràcies
Gràcies pel comentari¡